Anoche, en una alocución radiotelevisada al país, el presidente Juan Manuel Santos insistió en que lo acordado apunta a acelerar las conversaciones y en que se hace urgente volver a desescalar el conflicto y reducir la intensidad de la guerra. “Porque hemos venido hablando en medio de la guerra, pero los colombianos cada vez entienden menos que en La Habana se hable de paz mientras en Colombia continúan los ataques y los muertos. Hay que comenzar ya a frenar las muertes, la destrucción y el dolor que deja cada día este enfrentamiento absurdo”, manifestó.
Con una aclaración de por medio y, si se quiere, un ultimátum. Según el jefe de Estado, este desescalamiento no es un cese del fuego bilateral, sino un avance para humanizar la guerra y si la guerrilla suspende su ofensiva terrorista, el Gobierno procederá a desescalar las acciones militares. “Entiéndase bien: nuestras Fuerzas Armadas están listas para un gradual desescalamiento, si las Farc cumplen. Si no cumplen, estarán listas para enfrentarlas, con la determinación y contundencia con que siempre lo han hecho”.
Santos enfatizó que el Gobierno estará vigilante sobre lo pactado, que incluye, además de las medidas encaminadas a parar la guerra, un cambio en la metodología del proceso de paz con el fin de agilizar la construcción de acuerdos sobre todos los aspectos restantes de la Agenda del Acuerdo General. El plazo son cuatro meses a partir de este momento, tiempo que el primer mandatario considera adecuado para lograr consensos en los temas que faltan, sobre todo el de la justicia, que en su criterio es el punto que va a definir si hay o no paz. “Si llegamos a un acuerdo sobre ese aspecto, podremos decir –sin lugar a dudas– que estamos al otro lado”, dijo.
“En cuatro meses a partir de ahora, dependiendo de si las Farc cumplen, tomaré la decisión de si seguimos con el proceso o no”, advirtió el presidente en su mensaje al país. Y agregó: “¿Cuál es la alternativa? ¿Pararnos de la mesa para que la guerra siga y botar la llave de la paz de una vez por todas? ¿O asumir el costo de seguir hablando en medio del conflicto y llegar a un acuerdo lo más pronto posible, en un proceso que ha avanzado como nunca antes? Creo que no podemos tener miedo. A la paz no hay que tenerle miedo, a la guerra sí”.
Es claro, y así queda consignado en el comunicado conjunto dado a conocer ayer por Gobierno y Farc desde La Habana, que el objetivo es fortalecer la confianza de los colombianos frente a los diálogos y también la confianza entre las delegaciones, en gran parte perdida tras los bombardeos de la Fuerza Pública contra campamentos guerrilleros y la ofensiva subversiva contra militares y policías, y contra la infraestructura energética y petrolera de país. Un paso en el que ha sido clave el papel de los países garantes y acompañantes (Cuba, Noruega, Chile y Venezuela), que hace algunos días habían clamado porque se generaran gestos de buena voluntad que condujeran al desescalamiento del conflicto y a la firma de un acuerdo de cese del fuego bilateral y definitivo.
Ahora, además de esas voces, se sumará la presencia de Naciones Unidas y Unasur de manera directa en la mesa, llamadas a contribuir para poner en marcha la discusión sobre el sistema de monitoreo y verificación de ese cese del fuego bilateral y a preparar su implementación. Una cuestión que, como lo explicó el mismo Humberto de la Calle, jefe de la delegación de paz del Gobierno en Cuba, “exige un despliegue importante de recursos, de logística y de experiencia previa, que sin duda es un elemento clave para que un posible cese del fuego y de hostilidades brinde garantías suficientes a la sociedad colombiana”.
Las medidas de desescalamiento de la guerra implican, sin duda, un alivio para una ciudadanía desesperanzada, cansada y escéptica frente a las conversaciones, en la que el rechazo al proceso de paz ha crecido como espuma por el incremento de las acciones de las Farc, desde que en mayo levantaron el cese del fuego unilateral declarado en diciembre de 2014. Pronto podría llegarse a un nuevo anuncio de suspensión de bombardeos por parte del Gobierno y hay quienes piensan en la posibilidad de un plan piloto de sustitución de cultivos ilícitos, en el que Estado y subversión trabajen juntos. Asimismo, sigue abierta la puerta a la idea de una concentración de tropas guerrilleras, condición que para muchos es ineludible a la hora de hablar de cese de hostilidades.
El objetivo, según De la Calle, es “conseguir, cuanto antes, resultados” y “fortalecer la confianza de los colombianos en el proceso”. Para Iván Márquez, jefe negociador de las Farc, se trata de un “relanzamiento vigoroso, prometedor y esperanzador del proceso de diálogos, que toma tal brío por la fuerza insuflada de la voz de la mayoría de los colombianos, quienes en medio de las dificultades de la guerra respaldan de manera decidida la salida política hacia el establecimiento de la justicia social”.
Todo indica que el proceso de paz toma un segundo aire y que las partes parecen haber entendido que a estas alturas se hace insostenible mantener el modelo de negociación en medio del recrudecimiento del conflicto. Y que el anuncio de un cese bilateral antes de la firma de un acuerdo final está más cerca que nunca. Como dijo el presidente Santos, el proceso de paz entró en su recta final.
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