Nelson Álvarez

Marianela Fonseca, psicóloga cubana, colaboradora de la salud en
Guyana
Conocí a Fidel en una foto en la pared de la casa de mi abuela,
en los relatos de ella y de mis tíos, personas que se sumaron a la Revolución
desde sus inicios. Mi madre lo amaba —lo ama—, mi abuela también. Crecí
admirando y amando a ese hombre barbudo, de sonrisa tierna, de palabra firme,
de manos finas y generosas. Y así, cuando se inauguró el campamento de Pioneros
de Santo Domingo, en la provincia de Granma, pude verlo de cerquita. Para mí,
que tenía apenas 12 años, aquel hombre descendió de una foto para hacerse
carne, hueso, vida, palabra, risa, dulzura hacia nosotros, niños felices de
tener ese lugar y a él. Pasaron años hasta el próximo encuentro, y fue en el
Congreso de la FEU de 1990, allí mientras todos los jóvenes delegados de las
universidades bailábamos en el Pabellón Cuba, hubo, de pronto, una conmoción y
todo se paralizó, y una voz se elevó sobre la música y el bullicio: ¡¡llegó
Fidel!! Y allí estaba él, nuevamente compartiendo como un joven más. Al día
siguiente nos habló largas horas en la clausura del Congreso, se avizoraban ya
los primeros atisbos de lo que fue el periodo especial y nuestra comprensión
era clave para el futuro de la Patria. Más en:
http://informesespecialesamadoucros.blogspot.com.co/
Comentarios
Publicar un comentario